martes, 30 de septiembre de 2014

¿Y eso para que me va a servir...?

¿Para que sirven los contenidos curriculares en la vida adulta?

Esta es una pregunta que se oye mucho a los jóvenes en los colegios e institutos.

La cuestión es: ¿tienen razón los alumnos que se plantean estas dudas o como siempre se ha dicho son importantes los contenidos curriculares?

Como seguramente os ha pasado a muchos de vosotros, yo también me he cuestionado esto mismo a lo largo de toda mi experiencia como pupilo y llegado el momento de enseñar, durante un largo periodo de tiempo se me olvidó, tanto es así que siempre, desde que empecé a dar clase, he defendido que sirve de mucho, pero no estoy seguro.

Por supuesto creo y estoy convencido de que todo aprendizaje y conocimiento es útil e incluso gratificante, sin embargo el quid de la cuestión en este post es si es práctico. Ya que la educación tiene muchas funciones y una de las más importantes es preparar a los niños para la vida de adulto, ¿son los objetivos mínimos de nuestro currículum oficial los más apropiados? ¿Tienen sentido o en realidad sólo sirven para moldear y disciplinar las mentes que serán enviadas hacia un camino u otro en función de lo que su adquisición suponga?

Por poner un ejemplo, ¿para qué sirve a cualquier mortal que no vaya a ser ingeniero, físico, matemático... aprender a calcular la inversa de una matriz? ¿y saberse la lista de los reyes godos? ¿o los orgánulos de una célula eucariota? Las respuestas que yo les he dado a mis alumnos siempre y con las que estoy de acuerdo son: sirve para que te labres un buen futuro, ya que las vas a tener que saber en cursos posteriores; para demostrar que tienes una educación y así conseguir más éxito; para quedar bien en discusiones con tus amigos cuando lo comprobéis con el móvil si surge una discusión; para sentirte culto.

Sigo estando de acuerdo con todas esas afirmaciones, ahora bien: ¿no hay cosas más importantes? ¿no supone esto seguir en una dirección en la que el sistema educativo sirve de freno para avances sociales y de soporte de un sistema de clases basado en la meritocracia académica? ¿no corta esto las alas a aquellas almas creativas que se esfuman del panorama? ¿no supone un freno a las cualidades que muchas personas con otro tipo de capacidades o necesidades educativas podrían aportar a la sociedad y a sí mismas?

Pero mucho más importante es: ¿somos los profesores capaces de enseñar unas competencias importantes a los alumnos a la vez que nos preocupamos por la pruebas externas? ¿Se puede enseñar a alguien a amar la lectura a la vez que se le exige que realice comentarios de texto correctos? Yo creo que lo primero es el placer por la lectura y después llega la profundización y la observación de detalles.

¿Se puede enseñar derivadas a alguien que nunca se ha planteado cosas como el aumento, la pendiente o incluso los mismos números desde el punto de vista práctico? Y sobretodo: ¿de qué sirve? En muchas ocasiones me he encontrado con adolescentes que sabían resolver perfectamente la derivada de un cociente y no les salía bien el ejercicio por fallos en sus conceptos de números enteros o que no sabían responder a ¿qué es el máximo de una curva?

A veces me planteo si sería mejor dedicarme a la educación no formal para que mi vida tenga más sentido. Eso es lo mismo que darse por vencido, los que podemos hacer algo debemos esforzarnos para que llegue un día en el que todos y cada uno de los estudiantes del mundo lo sean con alegría y motivación intrínseca y todos los maestros se sientan útiles y valorados.

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